Drácula es uno de los personajes más icónicos del mundo. Una criatura que ha sido utilizada en sin fin de ocasiones pero desgraciadamente no existe película que realmente le haga justicia, por alguna razón el séptimo arte no ha logrado exprimir al rey de los vampiros; pero si tenemos que elegir, sin duda sería Gary Oldman.

Francis Ford Coppla es un director especial, se toma mucho tiempo en meterte en la historia, trata de no dejar cabos sueltos y ocupa todo lo que puede para que entiendas lo que estás viendo, en lugar de hacer una película de tres horas decide hacer una cinta de dos horas con unos ligeros errores pero el mayor acierto de todos. Como producción, maquillaje y guion sin duda esta es la mejor versión de la novela, una adaptación casi perfecta para una historia que merecía ser contada en algún momento, y por eso esta podría decirse la versión más decente.

Sin Embargo; falla en algo primordial. El lado sexual que Francis quiere darle a la película, el cual entiendo perfectamente, en muchas ocasiones se siente forzado y fuera de lugar, pero sobre todo falso. Luego tenemos a Keanu Reeves y Wynona Rider, dos actores muy jóvenes e inexpertos en eso entonces, que de verdad no dan una sola, no hay química entre ellos pero sobre todo no tiene la capacidad de entregar un solo dialogo correcto, sobre todo cuando los pones junto a un monstro como Gary Oldman.

Gary Oldman es la razón por la que esta cinta es un clásico del cine, pues su actuación es brutal, es única e irreverente es perfecta en todos los sentidos y se come la pantalla cada vez que aparece. Oldman se transforma en el Conde Drácula, le da varias personalidades pero sobre todo varias etapas pues nunca lo vemos de la misma manera y en cada minuto que sale vemos algo totalmente diferente y eso es justamente lo que esperamos del personaje.

Proalmente no sea perfecta pero sin duda una de aquellas películas que como cinéfilo tienes que ver una vez en la vida.

9.5/10