
El gran clásico de H.G. Wells ha sido adaptado un par de veces sin mayor logro en la historia del cine, pero la versión de 2002 es, en la opinión de este escritor, superior.
La historia de un profesor atormentado por el asesinato de su novia momentos después de proponerle matrimonio, lo inspira a tratar de cambiar el pasado y crea una máquina del tiempo pero se da cuenta que el pasado no se puede cambiar y en un descuido viaja 800,000 años en el futuro.
Protagonizada por Guy Pearce, un actor que debería ser más popular de lo que es después de protagonizar Memento, L.A. Confidential y El Conde de Monte Cristo, esta cinta tiene una ventaja sobre muchas otras adaptaciones y es que Sam Wells, director de esta cinta, es el bisnieto de H.G. Wells.
Tal vez sea que la película tuvo que pelear contra pesos pesados como Spider-man, Harry Potter y Lord of the Rings y la verdad es un tipo de película todavía hecha al estilo de los 90s que, a pesar de un par de buenas secuencias de acción, es más un relato moralista que requiere prestarle atención por mucho tiempo y la audiencia no estaba dispuesta.
Las actuaciones son bastante sólidas incluyendo una de Jeremy Irons bajo muchísimo maquillaje como el villano principal, uno que refleja el estilo de la película pues desarma a nuestro héroe con un largo monólogo y no una golpiza en diferentes niveles.
Pero una de las escenas que seguramente va a resonar más ahora que hace casi 20 años es cuando el protagonista viaja al año 2030. Sin exponerse mucho, el director hace un buen trabajo tratando de adivinar como seremos en ese año, con todo y un asistente virtual con todo el conocimiento de mundo dentro de una biblioteca, pero lo aterrador es que vemos el inicio de una gran colonia lunar que pretende detonar una bomba subterránea para expandir su territorio ¡y 7 años más tarde dicha acción destruye la Tierra y a la humanidad! Así que, nos quedan 17 años.
Una palomera película que sin duda la vas a disfrutar y probablemente será tema de discusión cinéfila.
8/10
I’m Out!!!!!