No me sorprende que esta nueva comedia, catalogada como una de las mejores este año, no este teniendo el éxito que se esperaba en el resto del mundo y es que la realidad es una cinta demasiado americana como para funcionar en otros lados. Good boys nos narra la vida de tres niños a punto de graduarse y en pleno cambio hormonal pero con una inocencia tan grande que no pueden ver más allá de lo que sus ojos ven, poco a poco este trio se va dando cuenta que crecer es aprender a dejar ir, que madurar trae muchas consecuencias y que definitivamente esta es la fiesta más cara a la que han asistido pues los daños son impresionantes.
Muchos creerán que el problema son los actores, pero déjenme decirles que no es así. Jacob Tremblay demuestra que es uno de los jóvenes con mayor potencial del momento; mientras que Keith L. Williams & Brady Noon hacen una buena mancuerna con el protagonista en una aventura que en manos de cualquier otro director podría haber funcionado. Estos tres jóvenes hacen todo para hacernos reír y lo logran en un par de ocasiones, pero la parte dramática es donde en verdad conectan con la gente, no es solo el tipo de humor sumamente sexual que utilizan sino que todo el tiempo sientes que esto fue escrito por adultos pensando como adultos pues los diálogos no se siente como algo que un niño diría por más sexualmente curioso que sea.
Por otro lado tocan temas tan sencillos como el divorcio o el ir madurando más rápido que tus amigos lo cual lleva a la inminente separación. El punto donde los tres pequeños se ven constantemente retados a llevar una vida más adulta es lo que vale la pena, ver las reacciones de cada uno de ellos pues están en diferentes momentos de sus vidas es lo que nos hace terminar de verla, pues ponen a cada uno en una faceta diferente de la pubertad. Good Boys cae en lo vulgar pero logra salvarse por una que otra escena.