Muchas veces, una serie solo necesita de personajes muy bien escritos con problemas interesantes para mantener a su audiencia cautiva y Mindhunter es una serie que por mucho no debería funcionar pero es manejada de tal manera que es imposible dejar de prestarle atención o solamente ver un capítulo por noche.
Para su segunda temporada, la serie creada por Joe Penhall y producida por David Fincher nos muestra el caso que ha mantenido inquieto a Atlanta por décadas, la desaparición y asesinato de casi 30 niños afroamericanos.
Atlanta es una ciudad fragmentada por el racismo, aun más que cualquier otra parte de Estados Unidos y este factor es clave para que la Unidad Científica del Comportamiento sea juzgada y cuestionada por sus nuevas, y hasta entonces, practicamente desconocidas acciones.
Mientras este caso es despiadado, la maravilla de Penhall en esta segunda temporada es saber cual de sus personajes va a ser el más débil de la historia y colocarlo en segundo plano por el 80% de los capítulos, esto abre camino para conocer a profundidad al Wendy (Ana Torv) y sobre todo a Tench (Holt McCanally) mientras entrevistan a todo un desfile de asesinos seriales como Son of Sam y Charles Manson (una impresionante aparición de Damon Herriman).
Esta elección salva a la temporada de volverse repetitiva con el tema de la desconfianza entre agencias y sociedades civiles en Atlanta y nos da algo más aterrador en la historia de Tench cuyo hijo pequeño es sorprendido crucificando a un bebé asesinado por otros compañeros de clase, todo porque creyó que podía revivirlo como Jesucristo revivió. Esto desencadena una serie de preocupaciones y preguntas que destruyen el perfecto matrimonio de los Tench ¿Un asesino se hace o nace siendo así? y es doloroso ver a Tench tratar de aparentar normalidad y hacer hasta lo imposible por sostener su status quo, si McCanally no recibe un Emmy por esto, sería una tremenda injusticia.
Anna Torv, una tremenda actriz que ha sido desaprovechada en series, brilla aquí como una mujer completamente libre de tapujos sobre su homosexualidad en una época donde no había libertad de expresar esos sentimientos tanto como ahora pero su problema no es ese, sino su incapacidad de confiar o abrir un poco su rutinaria vida a un nuevo amor y parece estar buscando cualquier cosita para explotar y deshacerse de esta mujer que solo quiere amarla.
Jonathan Groff regresa como personaje central en los últimos tres capítulos mostrando la frustración que cualquier persona tendría al ver la burocracia que atrasa cada paso que trata de dar para encontrar al asesino y cumplir su palabra a las madres de los desaparecidos hasta que finalmente este tipo de «racismo burocrático» se vuelve un arma de doble filo y divide mucho más a la sociedad que trataba de ayudar. Christopher Livingston hace una interpretación tan brutal siendo Wayne Williams, aterradora como lo hiciera Cameron Britton en la pasada al interpretar a Ed Kemper. Williams es el supuesto culpable de los asesinatos y Livingston lo interpreta como alguien que todo el tiempo te hace pensar «si, él es el asesino» pero cinco minutos después te encuentras diciendo «no, espera, creo que no» tal y como sucedió en la vida real.
Mindhunter continúa siendo una de los más impresionantes dramas de la actualidad, manejando a la perfección la empedrada colina que había logrado subir con su primera temporada y plantando su bandera aun más alto, esperemos que siga haciendo lo mismo en la tercera.
I’m Out!!!!